24 de octubre de 2014

ACERCA DEL TATUAJE

Nos marcamos y catalogamos, nos encanta apartar y clasificar las cosas, y dicen que eso nos limita, que nos limitamos nosotros mismos al hacerlo; hay quien piensa que con la decisión de marcarse se está autoexiliando, yo creo que esas personas, que temen dejar de cambiar no pueden soportar el hecho de que para avanzar no es necesario que haya un cambio físico, entonces, no merecen explorar otros espacios, o mejor dicho, son los que más difícil enfrentan esos cambios.  
Pero la gente cambia y no tengo el derecho de decir quien merece qué; las cosas cambian y no somos nuevos cada día, somos una mezcla de todas las horas acumuladas, somos el rastro que dejamos, y que se borra conforme el paso del tiempo.
Somos ese mutante psíquico, que se mutila miembros conforme le crecen nuevos, entonces, por qué no simplemente volver materico el pensamiento y plasmarlo en un lugar donde pueda ver y ser visto, donde pueda dialogar, donde pueda respirar, donde pueda generar nuevas experiencias.
La piel es el lienzo más caprichoso, y hay que tener en cuenta la movilidad de la pieza junto con lo que queremos expresar, para que la imagen tenga vida propia, y no se vuelvan parásitos uno del otro.

Pensaba en dibujar un ser amorfo, varios, una abstracción de esa idea, una convivencia de eso conmigo mismo, borrando la frontera entre quien es quien y quien hace a quien. Pensaba, ahora ya no hay división, no sé si se alcanzó una simbiosis o si el parásito se comió al huésped.
Donde una persona se abre la camisa y tiene la cabeza de un gemelo, y este se va convirtiendo en una masa amorfa de músculos, grasa, huesos y partes mecánicas junto con cables, porque su cuerpo físico ya no puede contener a su ser psíquico, y sí, viene con wifi integrado; nada más alejado de la realidad: Edward Mondrake se suicidó a los 23 años porque la cara detrás de su cabeza le decía cosas horribles (decían que esta podía reír y llorar).

Me gusta pensar de una manera en que el extraño no es Mondrake, él está bien, él es la sociedad correcta que quiere ser, que quiere llegar, que anhela. La cara detrás de su cabeza es lo extaño, el origen de todo su mal, y el por qué se siente rechazado, el por qué se siente repudiado, como si fuera el asco de la tierra hecho carne. ¿Realmente hablaba esa deformación en su nuca? ¿Realmente era una cara? O solo Edward sentía que tenía una cara, para justificar lo insoportable que le parecía permanecer en un lugar donde no entendía ni pito, más allá de que solo estaba de pasada.

En las culturas primitivas se consideraba al forastero un enemigo, una amenaza para el grupo, alguien que con sus ideas lo pudiera llegar a separar, y si un extraño traspasaba las fronteras, era ejecutado para que no contaminase al grupo con su magia.
Entonces, es el extranjero una figura sombría que llega en representación de lo “otro”, de lo desconocido, cruza las fronteras de la conciencia y la inconciencia, es “lo sublime” materializado. Y lo usamos como pretexto para proyectarnos, ya sea liberando o revelando lo que no podríamos mostrar de otras maneras, o reprimiendo eso mismo que estamos mostrando de más.

“El futuro es como un forastero, es como una visita inesperada dentro de la cena perfecta; el futuro es como el cielo en la periferia de la ciudad, negro y corrompido, y la esperanza parece un avión que nunca aterriza, solo se escuchan los motores que rugen como si fuera en picada justo a estrellarse violentamente sobre nuestras cabezas.”



Los inuit (pueblos esquimales de las regiones árticas de America y Groenlandia) dicen que en el pasado las personas se podían convertir en animales, y los animales en personas, y no había diferencia, ya que todos hablaban la misma lengua, “era la época en que las palabras eran mágicas, la mente humana tenía poderes misteriosos. Nadie podía explicarlo, así era como funcionaba”.

Los chamanes, las brujas, los charlatanes, tienen la habilidad (que ahora sería más un poder sobrenatural) de construir y deconstruir, de agrupar y separar, en pos de la renovación. Me gustaría poder decir que soy uno, pero no es tan fácil como  romper juguetes y después unirlos con pegamento para crear uno nuevo, ellos se mueven entre los procesos sicológicos, esos donde yo apenas percibo, donde supongo que creo simbiosis entre el material que trabajo y mi voluntad creativa. Ellos ya trabajan moviendo ese velo llamado confusión (que me margina y me impide romperlo, como un himen santo), llegando a su hogar en los estados alterados de la conciencia.
Transmutación, el poder no solamente volverse animal a voluntad propia, sino también volverse coyunturas en los ciclos de la naturaleza, ser un eslabón de una razón más allá de nuestro entendimiento. O simplemente para espiar.
Estoy hablando de lo salvaje con lo salvaje, el momento en que me puse de pie y caminé erguido, el momento en que descubrí el fuego, el momento en que desarrollé las manos para crear herramientas. El momento en el que descubrí que ya no podía transformarme en lo que yo deseara y lo plasmé en mi piel como lo que más anhelaba.
¿Por qué siempre pienso en animales cuando deseo transformarme, pensando en la representación del movimiento y la libertad sin remordimientos? ¿Acaso no también el amor se mueve sin importarle nada? ¿Acaso no también el odio? ¿Podría?, ¿podría convertirme en fuerza pura, abstracción total? Fuego.
La transmutación no implica desarrollo progresivo, como lo implica la metamorfosis, es solo un deslizar entre esencias, oculta en la misma manera en que revela (quien transmuta viaja ocultándose prefiriendo lugares oscuros para no ser visto/delatado, a cambio de ese don de divagar en otro cuerpo, aborreciendo la “verdad”, no dejándose atrapar, por aquellos que buscan una).
Si transmutamos es para experimentar, y poder crear experiencias nuevas, y poder así avanzar y hacer avanzar, porque el camino es cambiante, y no es el mismo para todos, la existencia está siempre en un cambio continuo, la sangre no puede quedarse estática pues se coagula.

La obra del artista no empieza ni termina en el lienzo, esa es solo una etapa de una sola gran pieza, que no solo es física, implica el hecho de que cuando uno desaparezca la obra continúe generando acciones y pensamientos, y que tenga vida propia.
Entonces, al marcar algo en el cuerpo mismo, permanentemente, no estoy esclavizándome a una idea, ni a una imagen, estoy construyendo tablas, reconociendo que inclusive desde cero hay algo.

Podríamos dejar libre al condenado después de haber cumplido su tiempo encerrado, escribiendo de nuevo desde el punto de su nueva partida, pero siempre hay un detrás de todo eso, y el qué y el cómo lo haya aprendido y desechado determinará sus nuevas conductas, si creará fuego o si apagará el fuego, para qué lo hará y con que lo hará. Pero eso entra en el terreno de la voluntad, ¿podría un elemento extraño hacer el papel de conciencia y en un ejercicio de demasiada voluntad, crecer en la nuca de alguien más?